Adriano Romualdi y el 68.
Entre marzo y febrero de 1968 se iniciaron en Roma las revueltas universitarias surgidas en el marco de los movimientos de protesta y contestación estudiantil desarrollados durante la primavera de aquel año entre cierto sector de la juventud, importados desde Estados Unidos, y gestados e instrumentalizados principalmente por los partidos comunistas europeos en su versión maoísta o trotskista. Es importante añadir que muchos dirigentes posteriores de la izquierda europea fueron protagonistas de dichas jornadas o las tomaron como referencia en sus políticas de “nueva izquierda” cuyas consecuencias son en la actualidad ciertas referencias del pensamiento actual de la izquierda destinados a desarmar y narcotizar a la juventud europea, presa de las políticas del sistema en sus actuales fases. En Italia, este movimiento fue posterior al ocurrido en Alemania, y tuvo lugar en los meses anteriores al más conocido “mayo francés”, aunque con motivaciones y objetivos similares. Mientras las facultades de Filosofía y Letras eran ocupadas por los estudiantes de izquierdas, en la de Jurisprudencia, donde el FUAN-Caravella –organización universitaria del MSI– mantenía desde hacía años una mayoría absoluta parlamentaria, una turbia asociación estudiantil próxima a cierto partido gaullista toma la iniciativa ante la confusión y división de los jóvenes de la Destra participantes también en dicha ocupación. El movimiento político de la Destra muy activo en Italia y particularmente en Roma tenía como principales organizaciones al partido parlamentario MSI (Movimiento Social Italiano), mientras que los activos y numerosos sectores juveniles surgidos de la derrota de la República Social Italiana, se hallaban divididos en aquella época entre las secciones juveniles y universitarias del MSI, Ordine Nuovo y el ambiente todavía activo de la oficialmente disuelta Avanguardia Nazionale. El FUAN en aquella época estaba formado por algunos jóvenes de brillante preparación que luchando decididamente en las filas del MSI, colaboraban y mantenían un estrecho contacto con las dos principales organizaciones extraparlamentarias, la más intelectual ON y la activista AN, ambas con una gran influencia del pensamiento de Julius Evola.
Uno de aquellos jóvenes era Adriano Romualdi, brillante y respetado intelectual y militante incansable de las ideas identitarias, hijo del dirigente misino Pino Romualdi, y a quien ya por entonces muchos auguraban un claro porvenir como dirigente político, como pensador y como docente. Activista incansable en las filas del MSI y del FUAN, no escondía sus colaboraciones con el grupo extraparlamentario Ordine Nuovo, y en muchas ocasiones se le podía ver en primera línea en los frecuentes enfrentamientos que los miembros juveniles del MSI, ON y AN mantenían en aquellos años en las aulas y las calles de Roma. En esos días Romualdi pudo vivir de cerca las manifestaciones estudiantiles de sus coetáneos, y sobre todo las respuestas y actuaciones de sus camaradas políticos durante aquellas jornadas, indecisos algunos, confundidos otros e incluso las de aquellos que participaron activamente en las mismas imbuidos de diferentes motivaciones. Entre los que eran favorables a la participación en la actividad contestataria destacaban los grupos de AN guiados por Stefano Della Chiae, Mario Merlino, Dantini y otros, y algunos sectores de la FUAN que decidieron actuar en las mismas como una forma de asalto frontal al Sistema. Muchos de ellos estaban ya influidos por esa voluntad de cambio y contestación que permeabilizó en otros camaradas de partidos que por origen e ideología debía ser contrarios al cosmopolitismo decadente de la esencia misma del movimiento. Por las mismas razones, en España un sector del partido tradicionalista se convertiría en socialista autogestionario o muchos falangistas contrarios al régimen de Franco terminarían en el bando izquierdista, mientras que algunos de los activistas italianos empezaban a ser fascinados por el maoísmo chino. Por su parte, la dirección del MSI, incapaz en aquella época de dar a sus sectores juveniles motivaciones revolucionarias y de pensamiento más profundo, se enfrentaba abiertamente al movimiento del 68 desde un prisma conservador y de defensa del sistema que no convenció a los sectores más revolucionarios del mismo, como a algunas corrientes de la “izquierda misina”, en particular a la representada por Gianni Accame entre otros. El sector más intelectual y espiritual de la Destra, encabezado por Evola, o por Rauti y su ON no vieron tampoco con buenos ojos la participación de sus camaradas en las jornadas del 68 italiano. Evola deja clara su opinión en textos como este:
“Agotada la "protesta" de tipo marxista y obrera, queda la revolución de la nada. Es significativo que en los movimientos revolucionarios y contestatarios acontecidos en Francia en mayo de 1968 junto a las banderas rojas comunistas aparecieron las banderas negras de los anarquistas, como también es significativo que en tales manifestaciones, y no sólo en Francia, se hayan verificado formas de puro desencadenamiento salvaje y destructivo. Es inútil por lo tanto hacerse ilusiones optimistas respecto a la tan fetichizada "juventud", estudiantil o no, si la situación de base no es cambiada. Cada revuelta sin aquellos principios superiores que el mismo Nietzsche había evocado a su manera en la parte válida de su pensamiento, callando acerca de las contribuciones dadas por los exponentes de una revolución de Destra, lleva fatalmente a la emergencia de fuerzas de un orden aun más bajo que las de la subversión comunista. Con la afirmación eventual de estas fuerzas todo el ciclo de una civilización condenada se cerraría, si es que no surge un poder superior y si no se reafirma la imagen de un tipo “humano superior”.
Entre los detractores del movimiento estudiantil se encontraba Adriano Romualdi que consideraba el movimiento del 68 como una evolución interna del sistema y en ningún modo una antítesis del mismo, y que intentó infructuosamente convencer a muchos de los activistas de Destra de no participar en las actuaciones que él sabía surgidas desde el propio sistema e instrumentalizadas por las fuerzas de la subversión. El propio Mario Melino, uno de los protagonistas del asalto ala facultad de arquitectura y de los conocidos enfrentamientos de Valle Giulia, recuerda cómo en la concentración previa a dichos hechos, que tuvo lugar en la Plaza de España, Adriano Romualdi le advirtió de la esterilidad de dicha participación intentando que no participara en la misma. A medio camino entre los que sinceramente participaron en el movimiento del 68 esperando poder influir con las consignas evolianas, y que equivocadamente creyeron poder atraer a los estudiantes de izquierda –en especial a los maoístas–, y a la acción de su propio partido, con el que fue también muy crítico en este aspecto, y que finalizó dando una imagen de “guardia blanca del sistema” en palabras de Buontempo, Adriano Romualdi fue perfectamente consciente de que desde el campo de la Destra había un importante vacío doctrinal e ideológico en el que era necesario trabajar. De su presencia como testigo de aquellos hechos, pero sobre todo de su profunda preparación y brillantez intelectual, nacen ciertas reflexiones que sobre las jornadas de la primavera del 68 en Roma fueron maduradas durantes los siguientes años y recogidos en el texto Branni tratti da Contestazione Contraluce, publicado en las páginas de la revista Ordine Nuovo en la primavera de 1970.
Para Romualdi, el movimiento estudiantil se había convertido en un fenómeno característico de la fase de senilidad que caracterizaba en dicha época a la democracia italiana y pensaba que agrupaba sólo a una exigua parte de la población universitaria italiana. “Es un hecho sin embargo que la gran mayoría es totalmente apática y pasiva, así como que esta misma mayoría termina siendo la punta de lanza de la confusión, del extravío y de la mistificación propagada en todo el mundo juvenil (…) Documenta la profanidad en la cual penetra en los ánimos inmaduros un tipo de retórica izquierdista difundida en la televisión, el cine, las grandes casas editoriales y todas las centrales ideológicas ocultas y acampanadas en el corazón del sistema (…). El problema es que el movimiento estudiantil supone una contestación contra un sistema que simpatiza con los contestatarios, y junto a la cual la contestación se inserta en la retórica democrática en lugar de volverse contra ella”.
“«Poder estudiantil» es el lema con el que los comunistas y sus útiles idiotas han comenzado a ocupar la universidad italiana desde principios del 68. Un slogan claramente copiado del «poder negro», y, de hecho, algunos de los contracorrientes seguían al «Black power» mientras otros se reclamaban seguidores de la revolución cultural china (…), sobre los beneficios de la droga y sobre las relaciones entre poder sexual y autoritarismo. «Poder estudiantil» es una grosera fórmula demagógica con la que los comunistas intentan especular sobre las graves descompensaciones que afligen las universidades italianas. Quieren el «poder estudiantil» o sea la dictadura de aquella minoritaria franja de estudiantes roída por el marxismo que introduce en las universidades la demagogia permanente e impide aquella selección de los cuadros, aquel ahondamiento de los estudios, que son garantía de mayor seriedad en la vida pública y de una mayor eficacia nacional. (…). «Poder estudiantil» es una fórmula mítica que se introduce en un cierto mito general de la vida, un mito del que forman parte, el «poder negro», el LSD, Fidel Castro, Che Guevara, Marcuse y la melena”.
“Los ocupantes pretenden luchar contra la sociedad, pero sus mitos, sus costumbres y su conformismo son precisamente aquellos de esta sociedad contra la que dicen luchar. Dicen estar contra el Estado, la televisión estatal, la adulación y el cariño, dicen estar contra el gobierno, y los socialistas en el gobierno les protegen, dicen constituir una alternativa en el tiempo, pero sus cabelleras, sus hábitos, sus gestos, y su música, sus mujercitas beat, están más conformes con el espíritu de los tiempos de lo que se pueda imaginar. Se pretenden «anti-norteamericanos», pero están podridos de americanismo hasta la médula: sus chaquetas, sus pantalones, sus gorros, son aquellos de los beatniks de San Francisco, su profeta es Allen Ginsberg, su bandera el LSD, su canciones folcklóricas son las de los de los negros del Mississipi, su patria espiritual el Greewich-Village. Son marxistas, pero no a la manera bárbara de los rusos o de los chinos, sino en esa particular manera en la que es marxista un cierto tipo de joven americano manido de civilización. Proclaman el «enlace con la clase obrera», la «articulación entre la semántica de la reivindicación estudiantil y la dialéctica del mundo obrero» pero su esnobismo es totalmente lejano al ánimo de los verdaderos obreros y campesinos, nadie más que estos polluelos salidos del huevo de una burguesía podrida están tan lejos de la mentalidad de quien tiene que luchar con las más elementales exigencias. Su problema es la droga; el de los obreros, el pan”.
“Ya es suficiente el motín de una minoría de intelectuales de cuarto de estar, de jóvenes y ricos burgueses que con ello rompen el aburrimiento de una existencia demasiado fácil jugando a los «chinos» o a los castristas. Las fortalezas de la revuelta estudiantil han estado justo en las facultades más snobs, como la facultad de arquitectura de Roma donde frente a los muros sobre en los que fue escrito «guerrilla ciudadana» aparcaron en doble fila los elegantes coches deportivos de sus ocupantes. Es la revuelta de una minoría de burgueses comunistas criada tradicionalmente en los invernaderos calientes de algunas facultades rojas como Letras, Físicas o Arquitectura. Es la revuelta de los melenudos, de los bolcheviques de cuarto de estar, de una juventud que, más que quemada, se podría llamar desparramada. He aquí que al obrero, integrado en la sociedad burguesa e indisponible para las orgías marxistas, es sustituido por el joven blasé, el niño de papá con la spider y el retrato del Che sobre su mesita de noche”.
“Para colmo de ironía, la revuelta estudiantil que tiene el marxismo escrito en su bandera, desmiente por su parte la teoría marxista del fundamento económico de cualquier motor político. La revuelta estudiantil es un típico motín ideológico, libresco, difuminadas por las revistas de empeño, de la librería Feltrinelli, como los distintivos de protesta y los retratos del Ché vendidos en los grandes almacenes para tapicería. Ésta revuelta que polemiza con la civilización de los consumos, es una típica expresión del «consumo cultural», de un estampido librero instalado sobre el sexo y sobre el marxismo, sobre la droga y Ché Guevara, sobre Fidel Castro y sobre las mujeres desnudas. Desde el punto de vista del mercado, el militante del «movimiento estudiantil» es el típico consumidor medio de la cultura de protesta, que traga cada día su ración de literatura marxista, sexual y necrófila, que las grandes editoriales arrojan sobre el mercado en cantidad cada vez mayor. El consumidor cultural es progresista, pro-chino, antirracista, por el mismo motivo por el que viste los tejanos y bebe Coca-cola, consume el romance sucio o el diario de Ché como se «consume» una caja de judías o un rollo de papel higiénico, consumen la revuelta juvenil que ya se fabrica y se vende como una mercancía cualquiera”.
“El problema al llegar a este punto es ¿por qué una «revolución» tan descaradamente inauténtica ha logrado imponerse a la juventud, y no sólo a aquel más conformista, sino también a aquel más enérgico y fantasioso? La respuesta es simple: porque de la otra parte no existe nada. Enterrada bajo un cúmulo de qualunquismo burgués y patriotero bajo la respetabilidad imbécil de la garantía «indudablemente nacional indudablemente católica, indudablemente antimarxista» la Destra no tuvo que una lema que dar a la juventud. En una época de creciente excitación de los jóvenes, les dijo «sed buenos»; en una época de ofensivas y comparaciones ideológicas, ella durmió tranquila porque los porcentajes del FUAN en los «parlamentillos» universitarios estaban estacionarios. Se fosilizaba en las trincheras de retaguardia del patriotismo burgués, incapaz de agitar al adulto, les dijo «sed buenos». Se fosilizada en las trincheras de retaguardia del patriotismo burgués, incapaz de agitar en el futuro el gran mito de Europa, las organizaciones juveniles oficiales vegetaron sin contacto alguno con el mundo de las ideas, de la cultura, de la historia. Ha bastado un soplo de viento para barrer este inmovilismo que quiso ser socarrón, pero fue solamente imbécil. Bastaron las primeras ocupaciones para comprender que de la otra parte -la de la Destra- no había nada. La así llamada clase juvenil se dejó sumergir en pocos días, sin fantasías y sin gloria. Cuando las banderas rojas agitaron en aquellas universidades que constituyeron hasta pocos años antes las fortalezas de la Destra nacional, muchos miraron a la Destra, esperando una señal. Pero la señal no llegó: faltaron, el ánimo y la iniciativa juvenil y las ideas estuvieron listas. Madurada en los pasillos de partido, en un clima socarrón, la así llamada clase dirigente juvenil ya disminuida a tres o a cuatro nombres no tuvo absolutamente nada decir frente a la formidable ofensiva ideológica de las izquierdas. Fue sencillamente barrido. Logró hacerse encerrar en el gueto de la banalidad más retrógrada”.
“Mientras las izquierdas, con toda una red de círculos políticos y culturales, agitaron, siempre con mayor fantasía, toda una serie de temas revolucionarios, la juventud de la Destra fue castigada a montar la guardia al «dios - patria - familia». Se habló un poco de Gentile, cuyo patriotismo genérico fue bastante desteñido y tranquilizante, pero se evitaron con gran cuidado las tesis antiburguesas de un Julius Evola. Los lemas fueron aquellos de amor a la patria y a la conciliación, el odio al divorcio, al cine pornográfico y al Partido del Pueblo del Sud-Tirol. Fascistas sí, pero con moderación; sobre los nazis la menor referencia posible. ¿Nos tiene que maravillar que muchos de los mejores jóvenes de Destra se hayan convertido en «pro-chinos»? Para el joven de carácter realmente fascista, las palabras extremas, la violencia, las banderas de los «pro-chinos» vinieron a sustituir aquellas que la Destra oficial, tibia y envejecida, ya no pudo dar. ¿Puede maravillarnos que por reacción, surgiera el fenómeno de los nazimaoístas? Muchos de estos nazi-maoístas fueron solamente los señoritos que trataron de estar a la moda. Pero también aquéllos que esperaron sinceramente crear un nuevo frente revolucionario, disueltos en la selva de banderas rojas de sus «aliados» Su incierta temática fue aspirada por la jerga marxista. Crearon dudas, de cuyo solista el comunismo se aventajó. Ello nos demuestra como una visión de Destra revolucionaria y antiburguesa tendría menos desorientados a los contestatarios, y como la contestación habría podido ser arrancada de su mano si sólo se hubiera tenido sobre los hombros una temática menos vaga y convencional. Lo que no ha comprendido la Destra, esto es, la necesidad de de rejuvenecer su temática, lo ha comprendido muy bien el PCI.”
“El PCI ha cultivado conscientemente toda una mitología a través de asociaciones culturales, políticas, artísticas, en los que viene garantizado la máxima libertad crítica respecto al partido, pero que llevan antes de un cierto discurso el acto de conducir a los jóvenes hacia el área del comunismo. El PCI también ha comprendido que cierto comunismo de célula, a la rusa, ya es algo de sobra con los tiempos que corren, y ha apuntado sus cartas sobre un comunismo estoico, romántico, tropical, sobre los poderes negros y amarillos, sobre los comunismos de las barbas, piojosos, fantasiosos, el comunismo del Ché, el cha-cha-cha, de Luther King y el Halleluja. Y éste es el comunismo a la moda, el comunismo que gusta a una juventud cada vez más fanfarrona. El centro de infección de este nuevo comunismo es la editorial del milmillonario comunista Giangiacomo Feltrinelli, para los amigos «Giangi», el Rousseau de la nueva revolución. Desde las librerías de Feltrinelli salen a miles los libros sobre la cultura de la droga y sobre Bolivia, sobre los negros y sobre Fidel Castro, en ella se pueden comprar los distintivos de protesta, es allí donde nació la revista Quince, órgano del «movimiento estudiantil». Poco importa que las vanguardias chinas y castristas desdeñen al PCI. Ellas incluso siembran siempre un trigo que no será segado en la lejana Habana y Pekín, pero sí en el comunismo local. El «movimiento estudiantil» atrae los jóvenes en un orden de ideas en los que calmados los jóvenes hervores harán de ellos buenos electores comunistas. El PCI siempre ha controlado la agitación estudiantil. Nadie creerá que las ocupaciones de facultades dilatadas por meses enteros hayan sido posibles sin el aparato logístico del partido comunista, ni sin los abastecimientos del FGC. Los paquetes-víveres que fueron distribuidos a Roma en la facultad de Letras iban envueltas en cartas electorales del PCI. Los profesores a la cabeza de la revuelta fueron los usuales Chiarini, Amaldi, Asor-Rosa. Los parlamentarios a la cabeza de los cortejos del «movimiento estudiantil» fueron parlamentarios comunistas”.
“Ésta es la mitología de una burguesía podrida que espera en la «revolución», poder conquistar nuevos paraísos de libertad y mugre, sin ser en modo alguno una antítesis al sistema, sino sólo la evolución interior del sistema hacia su inevitable objetivo: la putrefacción de los pueblos de raza blanca y el ocaso del occidente. El hecho es que el partido comunista ha comprendido desde hace años una verdad que en nuestro entorno no ha entrado todavía en la cabeza a nadie, es decir que un partido extremista, en un momento no revolucionario, con una situación internacional estática y un ciertamente soñoliento bienestar en su interior, puede llevar a cabo una ofensiva ideológica, apoyada en minorías centrada en un cierto mito de la vida y que llevan adelante para conseguir ciertos efectos psicológicos. Porque está claro que se puede rechazar cierto lenguaje bienpensante sin caer por esto en el retórico Viet-cong o guevarista. Que se puede alzar la bandera del nacionalismo europeo sin olvidar las garantías necesarias a la seguridad de Europa. Que se puede golpear en las universidades contra el orden constituido, pero, no se debe olvidar que se debe golpear al mismo tiempo al comunismo. Ya que la Destra, el fascismo, incluso en su crisis actual, representan la única alternativa revolucionaria para la juventud”.
De esta manera Adriano Romualdi denunciaba el gran vacío ideológico de los jóvenes de la Destra, en gran parte responsabilidad de la dirección del MSI, así como la instrumentalización por parte del propio sistema a través de las organizaciones comunistas de las jornadas supuestamente “revolucionarias” del 68, a la vez que, para evitar equívocos, apuntaba desde donde debía surgir cualquier movimiento de asalto al Sistema. Mario Merlino, histórico dirigente de Avanguardia Nazionale, y cercano en esos años a Adriano Romualdi, cuenta cómo éste trató de disuadir a muchos militantes de Destra ante el temor de la dispersión de las fuerzas juveniles de este ambiente, “temía –y no erraba del todo- que nos dispersáramos dejando engatusarnos por un universo muy alejado de nuestras ideas e incluso capaz de atraernos”. Pero no todos –dentro y fuera de su partido- tuvieron entonces, la claridad y lucidez política de Adriano Romuldi. Lo cierto es que muchos militantes de la Destra italiana, participaron en las jornadas de Valle Giulia con la honrada intención de protagonizar una revolución juvenil contra el sistema y reorientar el movimiento estudiantil hacia posiciones nacional-revolucionarias, intentando renovar un neofascismo cada vez más atlantista y derechista y al mismo tiempo mantener una influencia en las aulas universitarias en las que entraba con fuerza la “nueva izquierda”, mientras el partido neofascista oficial seguía intentando introducirse en el Sistema como ala derecha del mismo y que por ello se enfrentaba directamente al movimiento del 68 por motivaciones puramente anticomunistas.
Para Adriano la revolución que debía hacerse, era desde luego diferente, y por supuesto sabía que no entraba en los planes del Sistema permitirla. Después del 68, las escisiones nazi-maoistas , las agresiones comunistas, los sucesos políticos, la alianza DC-PCI parecen darle, una vez más, la razón. Mientras, en la Universidad de Roma el FUAN entraba en una importante crisis, y el comunismo se introducía fuertemente entre los estudiantes, los jóvenes identitarios italianos continuaron su trabajo de lucha por las ideas de una Nueva Europa en todos los campos, de los institutos y las universidades a los barrios pasando por el propio MSI. Una lucha que a partir de entonces volvía a tener un enemigo perfectamente definido: el Sistema en sus dos vertientes, la liberal-capitalista y la comunista.
E. Monsonís
Extractos sacados de “Contestazione Controluce”, in Ordine Nuovo, a. I, n. s. 1, marzo-aprile 1970 publicado en www.centrostudilaruna.it
Nicola Rao, La fiamma e la celtica. Sperling Kupfer Editori, Milán 2006.
Mario Merlino, “Frammenti e immagini d’una amicizia” en Adriano Romualdi, l’Uomo, l’Azione, il Testimone. Asoc.Culturale Raido.Roma 2003
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