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Adriano Romualdi, Los indoeuropeos. Orígenes y migraciones. Madrid, 2002.

Adriano Romualdi, Los indoeuropeos. Orígenes y migraciones. Madrid, 2002.

«No puede decirse que el problema indoeuropeo sea muy popular en la Europa de hoy». Con esta afirmación, tan válida hoy como cuando fue escrita hace tres décadas, arranca el trabajo que publicó Adriano Romualdi a modo de introducción de la edición italiana de la obra de H.F.K. Günther, Frömmigkeit nordischer Artung*. Y la gran cantidad de publicaciones sobre esta cuestión, que ronda las 2.000 anuales (Mallory 1989, 278), no ha servido para mejorar el conocimiento del público europeo en general sobre ella.

Entre los múltiples objetos de investigación dentro del mundo de los estudios indoeuropeos, dos de los más antiguos y que mayores discusiones han levantado son los referentes al área originaria donde el pueblo indoeuropeo (el Urvolk) habló su lengua (la Urheimat) y la naturaleza étnica de dicho pueblo. Y a esta cuestión está dedicado el libro que nos ocupa, libro que, sin duda, sorprendería a más de un especialista español, si es que cayese en sus manos (cosa harto improbable, creemos), y ello a causa de que la abrumadora mayoría de especialistas españoles en esta cuestión que son casi en su totalidad lingüistas, junto con algún arqueólogo o algún autor especializado en el estudio de las religiones comparadas, aceptan la teoría del origen asiático de los indoeuropeos, en la versión conocida como la «teoría de los kurganes». En efecto, para Romualdi la cuestión indoeuropea debe salir de los departamentos universitarios y las reuniones de especialistas, porque «el problema indoeuropeo se nos presenta como el problema del origen de Europa» y porque «la idea nórdica... aspira a constituir una weltanschauunglicher Stosstrup que nos señale qué es lo que somos y qué es lo que debemos querer». Y hemos leído bien: la idea nórdica, porque el libro de Adriano Romualdi constituye una reelaboración de la teoría que sostiene que tanto la Urheimat como el Urvolk se habrían localizado en el área de la llanura germano-polaca entorno al Báltico y al mar de Norte.

A lo largo de los cinco capítulos de que consta el libro, y con un estilo que mantiene constantemente el interés del lector, expone las argumentaciones que avalan esta tesis desde los campos de la filología y la etnología (capítulo I), la arqueología (capítulos II y III) y la antropología física (capítulos IV y V), a los que se añade un apéndice sobre los orígenes de la lengua latina. En los capítulos II y III critica con acierto las posiciones que habían mantenido hasta ese momento los defensores de la tesis kurgán, en especial Marija Gimbutas, o de la teoría que identificaba a los indoeuropeos con la cultura de la cerámica de bandas del primer neolítico centroeuropeo, cultura de evidente origen meridional, como Pedro Bosch-Gimpera. Romualdi sostiene el carácter protoindoeuropeo de las poblaciones de la la cultura septentrional, mesolítica o del primer neolítico, de Ertebölle y el carácter ya indudablemente indoeuropeo de la cultura que la sustituye y que hunde sus raíces en ella: la cultura neolítica de los vasos de embudo. Ésta, a su vez, se transformará en las denominadas cultura de las ánforas globulares y de la cerámica de cuerdas, que son las que durante el neolítico final protagonizan la expansión hacia el este, hacia Rusia, creando las bases para las posteriores migraciones arias hacia la India y el Irán. En su exposición resulta muy clara la influencia de los trabajos de Schulz y Meyer (véase, por ejemplo los artículos de ambos en Scherer ed. 1968). Más de un milenio después, entre el 1400 y el 1200 BC un segundo estallido del área centro y nordeuropea va a llevar a los pueblos de los Campos de Urnas hasta los últimos confines de nuestro continente, consumando así su proceso de indoeuropeización. Pero las convulsiones que se producen en este periodo traspasan ampliamente las fronteras de Europa: Asia y Oriente Próximo se verán afectados por migraciones de pueblos que transformarán esos territorios para siempre. Es la época de la grosse Wanderung y de la pontische Wanderung de Heine-Geldern.

Pero la determinación de la Urheimat ya había sido estudiada en el primer capítulo desde los enfoques etnológicos y, sobre todo, lingüísticos. En el campo de la etnología Romualdi subraya, siguiendo a Fritz Flor, la vinculación de las tradiciones y costumbres indoeuropeas con los pueblos urálicos y su escasa relación con los altaicos, tesis que en la actualidad parece indiscutible y que apunta hacia las sedes occidentales del Urvolk. En cuanto a la lingüística, la argumentación sigue dos caminos. En primer lugar, y tras un repaso de los diferentes grupos y lenguas que componen la familia, analiza los resultados a los que ha llegado la paleontología lingüística a la hora de establecer las condiciones medioambientales en las que vivió la comunidad primigenia indoeuropea, estudiando con más detalles aquellos elementos (plantas, animales, características climáticas etc.) que permitirían una mayor precisión. La conclusión a la que llega es la misma que la de Thieme: una comunidad asentada esencialmente en la llanura nordeuropea. En segundo lugar, retoma la argumentación de Hans Krahe sobre el paleoeuropeo, la lengua de los hidrónimos, el estrato lingüístico más antiguo detectable en Europa, que se extiende en su área nuclear precisamente por los mismos espacios, presentando una extraordinaria superposición con el área de la cultura de los vasos de embudo.

Los dos últimos capítulos están dedicados al problema de la antropología física. El IV consiste en una caracterización de las diferentes razas presentes en el continente europeo, en la que sigue la clasificación acuñada por H.F.K. Günther, tanto desde el punto de vista físico como psíquico, tratando también el problema del origen de cada una de ellas. En cuanto al V, se consagra a la relación entre indoeuropeos y raza nórdica. Romualdi expone la presencia abrumadora de este tipo en las culturas que propone como indoeuropeas, hecho ampliamente constatable desde el punto de vista de la antropología física, y posteriormente, en aquellas culturas surgidas de los movimientos de fines del siglo segundo, protagonizados principalmente por pueblos que practicaban la incineración de los cadáveres, como la india, la irania la helénica o la latina, ofrece un repaso exhaustivo de las fuentes que hacen referencia al aspecto físico de estos pueblos y a la imagen que tenían de sus dioses, sus héroes, de sí mismos y de su ideal humano. Todas y cada una de ellas apunta hacia la imagen del hombre nórdico siguiendo principalmente a Sieglin y Günther, (actualmente Haudry (2001, 165 y ss.) es quizá el autor que más llama la atención sobre este hecho). No obstante, la exposición no se agota en una fría exposición de datos sino que a imagen que nos ofrece el autor del mundo indoeuropeo es la de un mundo de valores aristocráticos, en el que rigen los conceptos de honor, de mesura, de medida y, englobándolos, Orden. Un mundo que Romualdi siente como el propio de Europa. Para el autor es un deber luchar por volver a recrearlo.

Por último, el libro se cierra con un excurso sobre los orígenes del latín. En el se vincula la llegada de la lengua del Lacio a los movimientos incineradores del 1200, explicándose su posición dentro de la familia indoeuropea y resaltándose algunas relaciones muy significativas con las lenguas germánicas. Es quizás en este apéndice, dedicado a su propia tierra, en donde mejor se capte la pasión del autor por el mundo que nos ha mostrado página a página en todo el libro.

Sin embargo, la fecha de redacción de esta obra exigía una puesta al día de las argumentaciones presentadas, dado que en los últimos treinta años muchas cosas han variado en el campo de estos estudios. Así, los editores han incluido alrededor de un centenar de notas en las que se ofrece una amplia (es imposible en esta materia hablar de exhaustiva) exposición de las posiciones, ideas y planteamientos actuales en cada uno de los ámbitos estudiados en el libro, siempre sosteniendo las tesis general propuesta por A. Romualdi. Aquí no podemos dejar de citar la obra, que se menciona en diferentes notas, de C-H Boettcher (2000), que a nuestro juicio constituye la mejor obra de síntesis sobre la cuestión del origen indoeuropeo de las últimas décadas y cuya tesis coincide con la defendida por A. Romualdi. El libro incluye también ocho mapas elaborados por diferentes especialistas que ilustran muy bien la coincidencia de los datos lingüísticos con la extensión de las culturas que se proponen como indoeuropeas en la obra.

Aún básica desde el punto de vista del estudio del origen de nuestros pueblos, Romualdi no pretende simplemente escribir un libro de arqueología, no un tratado sobre «historia muerta», sino dar las correctas bases ideológicas a cualquier formulación del nacionalismo europeos, nacionalismo que tiene su razón de ser en este origen común que queda perfectamente demostrado y explicado a lo largo de toda la obra.

Si el hombre del futuro será de quien la posea, en los orígenes y migraciones de los indoeuropeos encontramos nosotros nuestra más larga memoria

Olegario de las Eras

Referencias:

- Boettcher, C-H., Der Ursprung Europas, St. Ingbert 2000, 2º edición.

- Haudry, J., Gli Indoeuropei, Padua, 2001.

- Mallory, J.P., In Search of the Indo-Europeans, Londres, 1989.

- Scherer, A., Die Urheimat der Indogermanen, Darmastadt 1968.



* Existe una traducción castellana de este trabajo: H. F. K. Günther, Humanitas; Platón, custodio de la vida; Religiosidad indoeuropea, Colección Janus, Valencia, sin fecha.

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